El 2012 fue un año muy turbulento para mí. Hice muchas cosas a la viva México...
Para empezar, se me ocurrió regresar de Toronto al DF el 31 de diciembre. Como mi vuelo se retrasó, a un amigo y a mí, nos tocó recibir el 2012 en su carro, orillados en la carretera rumbo a Cuernavaca, tomando tapitas de la botella de tequila.
Todo el mes de enero me la pasé llorando y extrañando a mi novio canadiense (alias Mateo). Mientras mi hermana y roomie, no entendía cómo podíamos tener citas de horas por Skype, solo para ver pelis al mismo tiempo, decirnos te extraño, te amo y demás ñoñadas durante horas (ella pensaba que teníamos sexo virtual).
No sé si aquel viernes de enero, Mateo se puso una peda marca acme y por eso, mientras hablábamos de a grapa por Viber, se le entrecortó la voz y me preguntó si quería casarme con él... No supe que decir y pensé que todo era una ilusión causada por los tequilas que mi prima, una amiga y yo nos estábamos tomando. Me tomé otro shot, les conté mientras él esperaba en la línea y por supuesto, como buenas viejas, empezaron a gritar síiiiii, dile que síiiiiii!!! ahhh!!!! felicidades amiga!!!!! a huevo!!! ya se habían tardado... ¿neta?...solo nos conocimos durante 3 meses.
Creo que las personas que se han enamorado, sabrán a qué me refiero con esa sensación de que el corazón se te extiende en el pecho, suspiras por el olor y presencia de esa persona, mientras absolutamente toooodo te recuerda a ella. Sabes que es amor y que ya te chingaste cuando puedes comparar la sensación con otras experiencias como: el enculamiento, la codependencia, la costumbre, la complicidad y el flirteo... y nada se le parece.
Decidimos casarnos en febrero por lo civil en Playa del Carmen, con el principal objetivo de empezar el proceso migratorio para estar juntos y seguir conociéndonos, por que de otra forma no podríamos convivir más que virtualmente. Muchas parejas pasan años conociéndose y a veces solo terminan por separarse; nosotros decidimos hacerlo al revés.
Después de casarnos tuvimos que separarnos nuevamente, el volvió a Canadá y yo me fui a NYC. Durante mi estancia en la ciudad de los rascacielos, el amor, la añoranza y la hora de distancia a la que nos encontrábamos, ocasionaron que Mateo fuera a verme de forma express en dos ocasiones.
En la segunda visita, fue cuando me dijo: no mames, ya no podemos seguir así, regrésate a México y ya vente a vivir conmigo antes de que expire tu visa canadiense. Ya allá metemos los papeles y vemos cómo nos arreglamos.
En menos de dos semanas regresé al DF, empaqué mis chunches, y antes de poder decir adiós, Mateo ya estaba ahí para conocer a mi familia y venirnos a Toronto.
Y aquí estamos. Juntos y lidiando con los altibajos a los que se enfrenta cualquier matrimonio. Pero con problemas ajenos que principalmente derivan de las estrictas políticas migratorias de Canadá.
Mis motivos de estrés:
Desempleo;
Diferencias culturales;
Clima extremoso;
Discriminación (increíble y triste en una ciudad tan multicultural);
Y por su puesto, mi pinche carácter...
Pobre Mateo... con lo tranquilo, inexperto y canadiense que es...
Por lo menos ya no se espanta cuando me pongo a mentar madres, padres y demás. Y ya tampoco se preocupa y estresa cada que me enojo, hago berrinche, y lo borro por enésima vez de mi feis...
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